Hoy no criticaremos el comportamiento de algunas navieras y el mucho dinero que han ganado en los últimos tres años; tampoco hablaremos sobre los condicionantes políticos que interfieren en la gestión portuaria y de transportes; ni comentaremos nada sobre los consignatarios, ni sobre los agentes de carga, ni sobre los NVOCC, ni sobre los transitarios; ni sobre la incongruencia de las leyes que regulan el transporte, ni sobre la cantidad y falta de calidad de las normas administrativas que envuelven y ahogan a los operadores; no, no criticaremos ni siquiera a esa Ley sobre los plásticos; ni a la Administración ni a los operadores. Hoy vamos a evocar la conveniencia o, mejor, la necesidad de reivindicar la relación personal como medio para esclarecer entuertos, resolver problemas y mejorar negocios.

La comunicación telefónica conservaba los elementos de proximidad entre quienes se estaban comunicando: la voz; y a través de ella, se sabía el estado de ánimo del interlocutor e incluso, por el tono, si la conversación o la negociación iba por buen camino o no; el sistema nos permitía descifrar su acento, fuerza, ánimo, inflexión y escuchar: escuchar sus argumentos, exponer los propios y acaso -frecuente- protestar o llegar a acuerdos -o no-; y pasar de la tensión a la broma cercana o a la conversación personal.

Con la aparición de la electrónica hemos sustituido aquel contacto por los mensajes escritos, por ordenador o por móvil; el mensaje ha transformado la forma de comunicarse: cada vez nuestras relaciones son más impersonales, más frías, más distantes, porque ha desaparecido o menguado el contacto personal.

La Calçotada del Club del Transitario Marítimo es un buen marco para mitigar los efectos de estas limitaciones y volver -aunque sea por un rato- a aquel sistema de comunicación directo, cercano, inmediato, cálido, casi perdido y a menudo añorado. En efecto, uno de los objetivos de la Calçotada es, justamente, “poner cara” a aquel interlocutor electrónico hasta entonces, impersonal, distante, de lectura seca, cortante, fría, hasta impertinente, automática, lejana en recepción y en los intereses que defiende… Cuántas veces hemos oído -y practicado- aquello de:

¡Ah! ¡pero eres tú!
¡Qué bien!

Y se ha creado un vínculo tenue -no puede ser de otra manera- pero suficiente para que la próxima vez, aquel mensaje escrito no suene ya tan frío ni lejano y la relación se vuelva más cálida, comprensiva, empática… hasta preferir el teléfono al mensaje.

Otro de los objetivos de la Calçotada es el abrazo: cuántos abrazos sinceros, cálidos, alegres, de amistad se han intercambiado los presentes en el evento: muchos (yo muchísimos). Dados y recibidos con sinceridad, con alegría de coincidir con aquella persona que hacía un año no veías y que te das cuenta de que su presencia, su abrazo, provoca una satisfacción íntima de verdadero regocijo y satisfacción. Eso también es la Calçotada; y yo creo que para eso la montan cada año.

Abrazarse: ¡qué bonito!

Debe haber otros objetivos; pero yo me quedo con los que he comentado.

Josep Bertran
Socio del Club del Transitario Marítimo

Ver artículo en Diario El Puerto 30-3-2023